sábado, 31 de octubre de 2009

El AmoR DueLE

Mi nombre es Andrés y tengo 21 años. Desde adolescente, me dí cuenta que me gustaban los hombres. Siempre me había mantenido al margen, sin demostrar mi homosexualidad, y nunca tuve una experiencia sexual con otro hombre. Pese a la fuerte atracción que sentía por los hombres, me daba pavor ser penetrado. Nunca imaginé que en la preparatoria, esto cambiaría.

En ese tiempo tendría yo 18 años, y cursaba 4to semestre de Bachillerato o Preparatoria. Me había atrasado 1 año en el colegio, por lo que apenas cursaba ese semestre.

Al entrar, la primera clase que tuvímos fue la de Cálculo, pero el maestro titular llegó tarde. Decidí ir a pasear solo en el estacionamiento. Iba tan distraído pensando, cuando de pronto tropecé con un joven alto, delgado, buen cuerpo y de piel blanca. Usaba anteojos pero, pese a esto, pude ver sus ojos color miel, tiernos y vivos.

- Discúlpame -le dije.

- No hay problema, la culpa fue mía- me contestó, ofreciéndome una amplia sonrisa.

- Oye, ¿no sabes dónde está prefectura?

Le indiqué cómo podía llegar y me fui al salón. Quise preguntarle como se llamaba, pero me dio pena. Pensando que nunca lo volvería a ver entré al salón. Casi me da un infarto cuando el prefecto lo presentó como nuestro nuevo maestro de cálculo.

Su nombre era Iván. Había entrado sustituyendo al antiguo maestro de la materia, pese a sus 26 años de edad. Me atraía su carácter y su físico y sin darme cuenta me enamoré de él. Pasaron las semanas y lo que sentía por él iba creciendo. Amarlo se convirtió en una obsesión. Hasta que ya no aguanté más el sufrimiento y una tarde de lluvia, me fui caminando hasta su casa. Empapado por la lluvia, toqué a su puerta y me abrió con su sonrisa acostumbrada.

- ¡Hola Andrés! ¡Mira cómo vienes!

Y antes de que dijera algo más, puse mis dedos en sus labios, y lo besé al tiempo que con mi brazo izquierdo lo abrazaba.

- Te amo Iván, te amo desde que te conocí -le confesé.

- ¡Andrés! Por favor…

Pero no lo dejé hablar. Me aferre a él llorando, y pensando que si lo soltaba mi vida terminaría. Parecía comprenderlo todo y me dijo:

- Yo también te amo Andrés…

Y diciendo esto, me abrazó. Lentamente, me quitó la playera que llevaba y la arrojó al piso. Me besó con ternura y delicadeza y sin embargo, con una pasión y un amor tales, que me resultaba indispensable seguir besándolo. Yo también le quite su playera. Pude ver la blancura de ese cuerpo, tapizada por vellos en abundancia, y esas dos tetillas, rosas e hinchadas por la excitación. Lo besé. Besé su cuello, sus pectorales, su ombligo y el abdomen.

Desabroché su pantalón, y lo bajé. También hice lo mismo con su calzoncillo. Pude ver como estaba su pene erecto, y abundantemente cubierto de vellos. Metí con cuidado su pene en mi boca. Era la primera vez que lo hacia y me esforzaba en lamer, succionar y recorrer con mi lengua su pene, sus bolas. Seguí así por un par de minutos. Se quitó por completo los pantalones y calzoncillos, y me desnudó a mí. Me llevó a su habitación y me acostó en su cama. Me beso intensamente y luego, me volteó de espaldas a el. Le dije que tenía miedo.

- Tranquilo mi amor, el dolor va a pasar- dijo mientras comenzaba a lamer mi ano.

La sensación era tal, que muy pronto me sentí preparado para ser penetrado. Lo hacía suavemente. Sentía el calor de su glande en mi ano. Esa sensación me daba cosquilleo. Empezó a entrar. Al principio sentía dolor. Pero él se quedó así, inmóvil, con su pene dentro de mí y poco a poco empezó a moverse y a embestirme. El placer que sentía era extraordinario. Sentía su cuerpo pegado al mío y la suavidad de su piel me volvía loco. Le pedí que lo hiciera más rápido. El sonido de nuestros cuerpos chocando me excitó aun más. Seguimos así durante un rato y poco después derramó su leche dentro de mí. Después de terminar, lo abracé, me besó y me acarició las nalgas. Y besándome en el cuello, me susurró al oído:

- Te amo, no sabes cuanto.

Me quedé esa noche a dormir con él. A la mañana siguiente regresé a casa. Me gané un castigo: no salir durante todo un mes. Todo por no haber avisado. Pero no me importaba, hubiera recibido uno y más castigos con tal de estar con él. Días después me citó en un café cercano a mi casa. Me costó mucho que me dieran permiso, pero al fin mi mamá accedió. Al verlo, mi corazón empezó a latir muy rápido

- ¡Hola Iván! ¿Para qué me quieres mi amor?

- No digas nada. Si te he llamado es para decirte que no podemos continuar así. ¿Sabes? en realidad te amo, pero no quiero ser señalado por ser…

- Entiendo- le dije, tratando de aguantar el dolor. Mis ojos se humedecieron pero no podía romper a llorar frente a él.

- Pero si quieres nos podemos seguir viendo…

- No hace falta. Te juro que estaré bien -dije, y sin dejar de mirarlo salí de allí.
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Me costó muchas noches poder olvidarlo. Y todavía de vez en cuando lloro al pensar lo felices que pudimos haber sido. Me enteré de que se casó y tiene un hijo. Antes, solía espiarlo con su esposa y su hijo, no por obsesión, sino para asegurarme de que él y su esposa eran felices. Y el día de hoy, estoy convencido de que el amor duele.

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